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Implicados, por humanos

El día internacional del trabajador se celebra descansando en casi todo el orbe. Magnífico modo de hacerle honor. Hasta mi padre, que pocas jornadas libres tenía a lo largo del año, en esta fecha hacía una excepción. No puedo decir lo mismo de la suerte de mi madre que, como cualquier mujer de su tiempo, salvo para ir a implorar a san José Obrero, gran patrón, no podía apagar los fogones ni ponerse un rato a tomar el sol en el balcón.

Es toda una contradicción, aunque bendita sea si así se vuelve a poner énfasis en todos los que tienen entre sus manos una labor, solicitando para ellos unas óptimas condiciones profesionales y una justa retribución. Mucho se ha conseguido y no poco resta por lograr en este mundo tan dispar. Baste recordar un principio tan básico como esencial y, a la vez, sumamente difícil de alcanzar: “Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo” (Declaración Universal de los Derechos Humanos. Art. 23). 

En esta misma semana -pocos lo sabrán- se conmemora el “Día Mundial de la Libertad de Prensa”, otra ocasión para poner en valor algo que admite poca discusión.

En el periódico que tiene entre sus manos (sea en papel o en digital) me verá en la sección o columna de “Opinión”. Creo que estará conmigo, si es que me sigue habitualmente u observa de refilón, que pocas veces -casi ninguna, diría yo- me tomo la licencia de ocupar tal espacio para adoctrinar sobre lo que puede y debe ser objeto de debate o es de libre pensamiento, aunque respeto a quien lo hace pues es señal (o debería serlo) de que tiene formación, preparación y buena disposición para ejercer tal misión. 

Aun así, pasando ya del plano personal al general, pienso que no me equivoco al afirmar que nadie es un ser anodino o imparcial. Puede ser más o menos importante, tener mayor o menor proyección, ser más o menos resultón… Lo que no es posible es que, una vez nacido, pueda vivir metido dentro de un caparazón. Y, aunque así quisiera hacerlo alguno, con esa actitud ya está generando en su entorno una ‘información’.

Con esto enlazo con la idea anterior. ¿Es posible exponer lo que pudiera parecer una mera ‘idea’ banal sin emitir a la vez una ‘opinión’? A mi parecer, no. Al hacerlo estamos exteriorizando, por acción u omisión, una evidente selección.

Escribía Miguel de Unamuno: “¡Qué cosa más delicada y difícil el dar una simple noticia, el ‘informar’ un suceso, y cómo en la manera de redactarlo se puede sin pedantería alguna ni ostentación didáctica, instruir al que la lee!” (Crónicas contemporáneas: “La cátedra de la prensa”, en ‘La Época’. Año L: 2-9-1898). 

El bilbaíno más universal habla desde el ambón y no le falta razón. Es complicado y complejo intentar ser neutral. Pero no quiero amargarles este día de celebración. Ya lo dijo Unamuno: “(…) el tema es inagotable. Baste por hoy” (idem). 

Finalizo trayendo a colación otro artículo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Es más que un toque de atención que no va en contra de lo antedicho. Lo dejo a su consideración (expresión/opinión/comunicación): “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión” (Art. 19).